sábado, 6 de octubre de 2012

Para Karla Diaz, una amiga que sin ella no hubiera podido hacer nada de esto.




Prologo

¿Recuerdas cuando eras pequeño? ¿Y creías en los cuentos de hadas? Esa fantasía de lo que sería la vida. Que tendrías la vida más alegre de todo un mundo oculto, el príncipe azul quien te escoltaría cada día a tu castillo, arriba de una colina. Te acostabas en la cama por la noche, cerrabas los ojos con fuerza, y con una gran fe continuaba tu fantasía. La hada madrina, La bestia con un corazón de oro, el dragón guardián, el mago que hace hechizos, el caballero que recata a la princesa de la torre. Todo tan lejano. Y.... ¿que pensarías que, al final de cuantas, todo eso no es tan diferente? Que verdaderamente existe. Y que en un abrir y cerrar de ojos tu eras la protagonista de una de esas historias. De esos sueños. Pero cuidado. Que esos sueños maravillosos se pueden convertir en una pesadilla interminable.








Capitulo 1. (Hace 5 años)
Vacaciones arruinadas.




El despertador sonó una…dos…tres…cuatro veces, con un gemido resignado estire la mano buscando el aparato y lo calle, me volví a cubrir la cabeza dispuesta a volver a dormir. Pero sentí que me la golpeaban levemente.
-Ya levántate enana, no quiero que se cancele el viaje por tu culpa.
Daniel. El asno de mi hermano mayor. Me sumí mas en las sabanas representando un directo >>NO<<.
-¿Con que no, he? Bueno quizá unas pequeñitas inocentes cosquillas te harán reconsiderarlo…
“Ho, no” comenzó a hacerme cosquillas por la pansa, al principio me resistí mordiéndome el labio para evitar soltar cualquier risita pero el aumento su ataque e inevitablemente solté risotada tras carcajada, el también empezó a reírse y me dejo acceso para enderezarme. Ambos terminamos acostados encima de la alfombra con florecitas y mariposas de mi habitación cuando las risas cesaron. Era un asno, pero lo quería.
-¿Mamá y papá ya están listos?
-Si, solo faltamos tú y yo de ducharnos…
-¡Esta bien…! ¡El último en estar listo sube las maletas al coche!
Corrí hacia el baño de mi habitación y cerré la puerta abrí como rayo el grifo de la regadera y me deshice de mi bata rosa con florecitas doradas que tanto amaba y entre en el agua rápido me lave el cuerpo y la cabeza, no sin antes disfrutar el olor a frutas tropicales de mi champo y barra de jabón nuevos que mi mamá me acababa de comprar, cerré el grifo del agua y me envolví en mi bata, Salí presurosa del cuarto de baño dirigiéndome directamente a el closet saque la ropa interior, un jeans y una blusa de tres cuartos para viajar blanca con detallitos naranjas me los enfunde rápido y me mire un poco en el espejo de cuerpo completo que estaba al lado de mi cama “¡demonios! Sigue sin tender” acomode la sabana y la edre colcha junto con las almohadas dejando la estrella multicolor que me regalo Daniel de decimo segundo cumpleaños en el centro lo mas rápido que me fue posible.
Me volví a mirar en el espejo pensando que peinado era mas cómodo “Elizabeth, estas en una carrera contra tu hermano ¿no querrías cargar tu todas las maletas verdad?” me recordé a mi misma, elegí una coleta de lado trate de desenredarme mi anaranjado cabello pero fue imposible, así que salí por la puerta mientras me amarraba el pelo con una liga que combinaba con mi pelo, corrí bajando las escalaras y llegue a la cocina donde mi mamá y papá estaban preparando la comida para el viaje.
-Hola mama, hola papa- sonreí con victoria al ver que Daniel no se encontraba por ningún lado.
-Hola cariño- saludaron los dos al unísono.
Me acerque al frutero para coger una manzana roja ya que las verdes no me gustaban. El asno apareció con su castaño pelo goteando por la ducha en el marco de la puerta.
-Las maletas te esperan en la sala y las llaves están en la mesa del comedor-dije con tono triunfal y solté una risita.
El soltó un bufido pero al final de cuantas se dirigió a los lugares indicados para cumplir su parte de la apuesta. Mi mama me dijo que ya me podía subir a su camioneta Honda cuando quisiera mientras ella se recogía el cabello en una cebolla.
Mi papá y Daniel tenían el pelo castaño y yo y mama anaranjado solo que el de ella era liso y en estos momentos le llegaba a los hombros, en cambio yo lo tenia largo hasta la cintura y enmarañado dándole una apariencia de fuego, pero tenia los ojos azules oscuros como los de mi papá y Daniel los tenia mieles como los de mamá.
-Catherine, amor, ¿metiste mi bañador a la maleta? Yo no recuerdo haberlo guardado.-Dijo mi papá al subirse el a la camioneta.
-Si, John, ¿y tu subiste los sándwiches?
Mi papa solo asintió.
Nos dirigíamos a Long Island, donde teníamos una casita de campo ya que mi mama la compro cuando era joven y vivió hay un tiempo, entonces conoció a mi papa se enamoraron y se vinieron a vivir a la ciudad de New York, aunque prefirieron estar un poco separados del urbanismo, terminaron viviendo en una casa junto al bosque. No, rodeada de un bosque.
Recosté mi asiento intentando conciliar el sueño ya que el viaje prometía alargarse aun más cuando John estaba al volante ya que no era un amante de la velocidad.
Yo era de las personas que si se despertaban ya les era muy difícil volver a dormir, esta ocasión no era una excepción; recordé que había guardado unos libros en mi maleta.

-¿Dan, donde esta mi maleta?-Pregunte esperanzada de poder leer en el camino.
- Al final de todas- dijo con una sonrisa en su carota
Me enoje con el por ser su culpa de no poder disfrutar del viaje y con migo misma porque no se me ocurrió que Daniel iba a vengarse por hacerlo subir las maletas.
-Eres un grandísimo asno infantil.- Respondí mordaz
-Y tu una enana tarada.- Contrataco con la misma sonrisa estúpida en el rostro.
-Infantil-canturrie
Me dio un golpe en la rodilla.
-Huy si, y habla la niña grande.
Le di un golpe en la nuca y me crucé de brazos enfadada y me sumí más en mi asiento.
- Si pero yo tengo 12 años y tu 15.
-Niños ya dejen de pelear- Hablo la autoridad desde el asiento del copiloto
Le saque la lengua al asno sentado a mi lado.
-¡Beth!- Kate, mi mama, me vio.
Cerré los ojos y conté asta diez para tranquilizarme. Eso nunca serbia, como decían en los anuncios de relajación, pero lo intentaba.
-Mamá podrías poner música, por favor.
Beethoven inundo el silencio de la camioneta. Y dejándome llevar por las notas me quede dormida.

* * * * *

-Enana, ya llegamos.
Y era cierto, escuchaba el golpeteo de las olas contra la arena, me imagine que las puertas estaban abiertas porque el aire olía salado y caliente.
-Beth, hermanita, ya llegamos.
Abrí los ojos y Daniel esta inclinado sobre mí.
- Ya voy Dan.
Él se apartó y dejo que saliera por la puerta. La camioneta azul estaba aparcada en la cochera de la casa que estaba cerca del mar. Cerré la puerta detrás de mi y Daniel la cajuela, ya habían bajado todo, entre a la casa y subí a mi habitación para ver que todo estuviera en orden, y así era. Acomode un poco mis cosas que ya tenía y me tumbe en la cama que olía a humedad. Salí por mi maleta y en el camino me tope a mi hermano con el seño fruncido y sumido en sus pensamientos, tanto que ni me vio pasar por su lado.
-¡He! ¿Has visto a nuestros padres? Desde que me desperté que no los veo…- Pregunte. Apenas pareció escucharme
-No pero de seguro y fueron a pasear a la orilla del mar, quizá y no vuelven hasta después del atardecer.- La siguiente expresión e su rostro fue como la que pones cuando te despiertan abruptamente de un sueño
-Ok ¿Dónde están las maletas?
-En el comedor.-dijo aun desorientado.
-Ok…
Dicho esto camine hasta el lujar cogí mi maleta con dibujitos y regrese a mi habitación sin toparme a mi hermano de nuevo de nuevo. ¿Que le pasaba?
Me encogí de hombros y lo deje correr. Seguro era la edad.
Coloque sobre la el colchón de la cama la maleta y abrí el zíper para poder sacar los cambios de ropa que había metido en ella, me dirigí al mini closet que estaba vacío ya que de un año para me había desarrollado demasiado de un año para acá y no tenia sentido alguno dejar que la ropa se llenara de humedad de un año para acá.
Al abrir las puertas me sorprendí al ver que había un collar descansando sobre la madera donde se yo colocaban los libros. Lo tome con la cabeza un poco ladeada por la curiosidad, la cadena era de oro y fina de donde colgaba una piedra color rojo vino de tamaño mediano donde tenia dibujada una runa trazada con líneas blancas.
Me encanto tanto que me lo colgué en el cuello sin importarme si era mio o no, después le preguntaría a mi madre. Cuando la ropa quedo justo en su lugar y bien acomodada salí al balcón para disfrutar del atardecer.
El cielo se empezaba a tintar por nubes desde el rosa al rojo poco a poco oscureciéndose más y más. El mar hacia su trabajo como espejo del cielo, cambiando de color. Este era un espectáculo natural que solo veía aquí ya que en la ciudad los grandes edificios y la contaminación lo tapaban todo.
Me quede ahí, recargada contra el barandal, sintiendo como el aire salado y caliente golpear mi rostro y esperando a que todo se viera envuelto por el oscuro manto de la noche.
-Beth, la cena esta lista, baja a comer- Se escucho la vos de mi mama al otro lado de la puerta. Ya habían llegado.
-Vale mamá, ya voy. – Medio conteste medio grite para que me pudiera escuchar.
Sus pasos se escucharon bajar las escaleras. Di un suspiro profundo para cargar mis pulmones de ese aire, me enderece separándome de la barandilla, entre a la habitación y cerré el ventanal detrás de mi.
Al llegar abajo la mesa ya estaba puesta y Daniel estaba sentado en una de las sillas, su la extraña actitud que tenia la ultima ves que me lo encontré parecía haber desaparecido. Me senté justo al frente de él, levanto la mirada que estaba clavada en la mesa y me miro a mí.
-Bonito collar.
-Gracias.
Mamá y papá llegaron a sentarse poco después.
-¿A donde han ido?-Pregunte.

-A caminar por la playa.- Contesto papá.

-¿mañana puedo meterme a nadar?-pregunte un poco emocionada.

-No lo creo el agua esta fría.- contesto mamá- Pero si se calienta un poco si podrás.- Agrego al ver mi gesto de desanimo.

Su mirada bajo a mi cuello y se noto por unos segundos lo tensa que se puso, como un venado al escuchar un ruido alarmante a su alrededor. su rostro que estaba tranquilo se lleno de horror, pero no era mi cuello lo que miraba sino lo que colgaba de él.

-¿Quien…quien te dio ese…ese… collar?- no pudo ocultar el temblor de su voz.

-Estaba en mi closet ¿Por qué te pusiste así?- Mi hermano y mi papá nos miraban de una a la otra. No pase desapercibido que mi papa tenia la misma expresión que la de su esposa, Daniel solo miraba un poco entretenido y con curiosidad.

-Es que era de mi madre y creí que había desaparecido, eso es todo.- Explicó de corrido y en tono cortante.

Y eso hicimos. El resto de la cena hablamos de cosas tribales pero el ambiente seguía un poco tenso. Eso aumento más mi curiosidad ¿Quién se ponía así por un collar que era de tu madre y que por fin lo encuentras? ¿No se debería de poner contenta? ¿Por qué pareció horrorizada al vérmelo? Esas y muchas preguntas mas tenia pero no quería presionar y quizá causar que me lo quiten.

Ayude a mi hermano a lavar los platos en silencio y después me fui a mi habitación, me dio un baño, me enfunde el pijama y me acosté en la cama no sin antes tomar un libro y apagar la luz para encender la lámpara de noche que estaba en el buro al lado de mi cama.

Intente leer pero no me concentraba. Lo sucedido con lo del collar me seguía inquietando. Con el tiempo saque la conclusión que lo que había alterado tanto a mi mamá era que el collar era de mi abuela y que pensó que no iba a encontrarlo.

Mi abuela. Mis abuelos. Nunca los conocí de pequeña, pregunte por ellos todos cuando era pequeña pero lo único que me decían que ellos habían muerto en un accidente automovilístico antes de que incluso Daniel naciera. Si, los cuatro ¿coincidencia? Lo mismo digo yo. Esta bien, después están mis tíos. Respuesta: mis padres son hijos únicos. Eso era algo más creíble. Pero todo puede pasar ¿no?


* * * *

Desperté a la mañana siguiente por los rayos del sol que me daba directo a la cara el libro estaba en mi regazo ya que si había podido leer después y por el dolor que sentía en el cuello estaba segura de que me había quedado dormida de un momento a otro.
Cheque el reloj y ya aran pasadas de las 10 de la mañana, baje y no había nadie me hice un cereal con mango y fresas, una delicia, me lo termine y fui a lavar el plato. Al subir las escaleras me tope a mi mamá.

-Buenos días.- Saludamos a la vez. Ella esbozó una sonrisa. Y comenzó a bajar las escaleras de nuevo.

-Oye mamá…esto… te puedo dar el collar ya que a mi no…-la detuve.

-No, no te preocupes-Sonrió- Tu te lo puedes quedar.

-Esta bien…- dije un poco desconcertada ya que yo creí que ella lo quería.

Me sonrió de nuevo y continuamos con nuestros caminos.

Llegue a mi habitación y leí otro poco y estuve ordenando de aquí por allá hasta que fue el medio día me quite el pijama y me puse el bañador, dispuesta ante todo a ir a nadar a la playa.

Baje y al parecer nadie me vio salí de la casa y corrí directo a la playa, directo al mar, directo a una de las cosas mas maravillosas que conozco.

El agua estaba fría pero empecé a nadar y poco a poco lo olvide, me sumergí y me deje llevar por el vaivén de las olas, las preocupaciones del día anterior se esfumaron dejando mi mente en blanco y a mi mucho mas relajada. Y así fue por un rato, sin salir a la superficie, cuando nadaba no tenia la necesidad de respirar como lo hacían las demás personas, me preguntaba el por qué pero nunca se lo dije a nadie. Era mi pequeño secreto, y me serbia cuando concursaba en las competencias de la escuela. Aunque de todos modos nunca ganaba. Prefería terminar en cuarto lugar que llevarme el primero por esta habilidad.

Después de un rato por fin salí a la superficie encontrándome a mi mamá mirándome furibundamente y con las manos en sus caderas.

Creo que estoy en problemas.

-T e dije que no te podías meter si el agua seguía fría- mordaz, dijo. Me estremecí internamente, nunca había utilizado ese tono. Se agacho un poco sin quitar su mirada de mi y tomo el agua para hacerle hierro a su acusación.-y aun lo esta. Pero eso no es todo. Tampoco me avisaste si te ibas a meter o siquiera me pediste permiso. ¡Elizabeth, te pudo haber pasado algo y nosotros no nos dábamos cuenta!
¿Pero que le pasaba? Yo iba a hablar cuando ella me interrumpió

-Vas a subir. Aras tu maleta y esperaras en el coche. Nos vamos a casa.- Dio media vuelta comenzó a caminar de nuevo hacia la casa. Dejándome plantada ahí. Entumecida por el frio y el impacto que me dio que ella me hablara así a mí. Nunca lo había echo. La actitud de mi madre desde que llegamos a este lugar era desconcertante para mí.

Y me enfade, como nunca lo había echo. Me enoje conmigo misma por arruinar estas vacaciones, me enoje con mi madre por su extraña actitud y por ese arranque de ira que hizo, me enoje con el viento que hacia que empezara a titiritar, con la arena que me picaba en la planta de los pies y con el mar por estar ahí.

Miraba furiosa la toalla que había traído conmigo para secarme, deseando que se rompiera en mil tiras de hilos. Toda mi furia la descargue en ella.

Pero entonces algo ocurrió.

La toalla no se rompió en mil pedazos de tala como yo había querido, si no que se elevo en el aire, como si fuera tomada por hilos invisibles desde el cielo.

No, no se había elevado. Yo fui quien la elevo.

Mire a mí alrededor, causando más sorpresa y temor hacia mí.

Todo a mí alrededor parecía estar levitando.

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